-Ya falta poco para que venga la pensión -dijo el coronel.
-Estás diciendo lo mismo desde hace quince años.
-Por eso -dijo el coronel-. Ya no puede demorar mucho más.
Ella hizo un silencio. Pero cuando volvió a hablar, al coronel le pareció que el tiempo
no había transcurrido.
-Tengo la impresión de que esa plata no llegará nunca -dijo la mujer.
-Llegará.
-Y si no llega.
Él no encontró la voz para responder. Al primer canto del gallo tropezó con la
realidad, pero volvió a hundirse en un sueño denso, seguro, sin remordimientos.
Cuando despertó ya el sol estaba alto. Su mujer dormía. El coronel repitió
metódicamente, con dos horas de retraso, sus movimientos matinales, y esperó a su
esposa para desayunar.
El coronel no tiene quien le escriba (1961)
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